jueves, 16 de mayo de 2013

El impacto transcultural

En la entrada anterior conté un poco por qué fue tan importante para mí volver a Pittsburgh. Además de lo espectacular que fue poder reencontrarme con mis amigos, la ciudad y la Universidad, volver a Pitt fue importante porque me hizo dar cuenta todavía más del impacto enorme que tuvo esta experiencia en mi vida, desde todo punto de vista. Es increíble cómo un poco de distancia te ayuda a ver las cosas de otra manera y a darte cuenta de cosas que sin un poco de perspectiva no verías. Volver me permitió ver a mis amigos y darme cuenta de que tenemos la misma confianza de siempre (aunque no nos vimos durante un período de tiempo casi tan largo como el que compartimos durante el intercambio), “vivir” otra vez en la ciudad y sentirme de nuevo como en casa, recorrer la Universidad y sentir que fui parte de Pitt y que Pitt fue y es parte de mí, y que lo va a ser siempre.

También es increíble ver el impacto que uno tiene a veces en los demás, y en este caso no solo en nuestros amigos. Caminando por el campus me encontré con un compañero de clase que cursó Marketing Internacional con Maca, Mati y conmigo, y me contó que por habernos tenido en su clase decidió cursar la materia Economía Sudamericana el semestre siguiente. Para esta materia, tuvo que elegir un país para analizar para su examen final, y eligió Uruguay por nosotras. Este cuento me llenó de alegría y orgullo porque Uruguay es un país bastante “bajo perfil” y, si bien la gran mayoría de la gente que conocí en EE. UU. lo conoce, creo que igual depende de nosotros hacerlo todavía más conocido y contarle al mundo de nuestro país y nuestra cultura. Me llena de felicidad haber aportado desde mi experiencia y haber tenido la oportunidad de contarle a la gente que conocí de mi país, y que esas personas les cuenten a otras de Uruguay.

Lo mismo me pasó cuando fui a visitar a uno de mis profesores (el profesor de mi materia preferida en Pitt, Comunicación Política) y nos quedamos charlando un buen rato y me contó que por haberme tenido como alumna se puso a investigar más sobre Uruguay. Me dijo que le había parecido interesantísimo y que había valorado mucho la diversidad que había llevado a la clase y mis opiniones del proceso electoral estadounidense y de la política americana en general.

Ahora valoro todavía más la oportunidad que tuve durante todo este tiempo de hablar de Uruguay en otro país y que la respuesta de la gente haya sido positiva. Es más, uno de nuestros amigos de Pittsburgh vino a Uruguay a visitarnos en marzo y se volvió fascinado, y varios de nuestros amigos ya están planeando venir en algún momento. Es increíble lo abierta que fue siempre la gente a escuchar sobre nuestra cultura, tanto los profesores que nos pedían que hiciéramos presentaciones o escribiéramos sobre Uruguay, como nuestros amigos y la gente en general que siempre nos hacían preguntas o escuchaban copados cuando les contábamos lo diferentes (o parecidas, porque también hay muchas similitudes) que son las cosas en Uruguay.

Y para nosotras fue siempre un placer poder contar sobre nuestro país, desde la charla informal entre amigos en la que siempre surgía alguna pregunta o comentario de cómo son las cosas en Uruguay (tanto con los americanos como con los internacionales), mostrando fotos, haciendo chivitos, llevándoles alfajores y dulce de leche, mostrándoles la música que bailamos acá, dando charlas sobre nuestra cultura como la que dimos en uno de los residence halls, o en las clases, haciendo presentaciones sobre distintos temas de Uruguay para Marketing Internacional, escribiendo un ensayo comparativo de los sistemas electorales de Uruguay y Estados Unidos para Comunicación Política, comparando el Derecho Comercial de los dos países para Introducción al Derecho, haciendo un trabajo sobre la película Viven para Comportamiento Humano en la Organización (y aprovechando para contarles sobre la tragedia/milagro de los Andes), o en cualquier oportunidad que se nos presentara.





Downtown Pittsburgh


La Cathedral desde afuera


La Cathedral desde afuera


La Cathedral desde adentro

miércoles, 1 de mayo de 2013

Visitando Pittsburgh

Estoy en el avión de vuelta a Montevideo intentando poner en palabras todo lo que viví estas últimas dos semanas en Pittsburgh. Tuve la suerte de poder ir a visitar a mis amigos e ir a su graduación, de volver a una de mis dos ciudades en el mundo, de vivir de nuevo en mi casa en Melwood (la calle donde queda la casa en la que viví durante el intercambio) con mis amigas, de visitar la Universidad de Pittsburgh que tanto me marcó, de volver a todos los lugares a los que fui durante los cuatro meses que viví en Pittsburgh y de tener por dos semanas la misma rutina que tuve cuando vivía ahí.

La verdad es que cuando me fui de Pittsburgh en diciembre del año pasado lo único que quería era volver a visitar a mis amigos: como puse en la última entrada, fue muy difícil despedirme e irme pensando que capaz no los iba a volver a ver. Cuando nos fuimos, Maca y yo ya sabíamos que la mayoría de nuestros amigos se recibía ahora en abril y nos moríamos por ir a su graduación, y gracias a Dios lo pudimos hacer.

Sabíamos que el momento para volver era este porque en general en Estados Unidos una vez que la gente se recibe se muda: se va a trabajar a otra ciudad, se vuelve a su ciudad natal donde está su familia o se va a estudiar un posgrado a otra universidad. Por eso muchas veces cuando la gente se va de intercambio se muere por volver, pero después pasa el tiempo, los amigos y las personas con las que uno se llevaba se reciben y se van, y la realidad es que ya no hay tanto a qué volver. Obviamente es divino volver a ver la ciudad y la universidad, pero el vínculo más importante que se genera en un intercambio (por lo menos en mi caso) es con la gente con la que se comparte esa experiencia.

Al principio pensaba que volver a los cuatro meses era muy rápido, que habría sido mejor si hubiera pasado más tiempo entre nuestra ida y la graduación. Pero ahora que lo viví sé que fue el momento perfecto para volver. Para nosotras fue volver exactamente a la vida que teníamos (excepto por las clases), al grado que sentí que nunca me había ido. Estaba casi toda la gente que conocí (salvo mis amigos internacionales), volví a la misma casa en la que viví, y estaba (casi) todo como cuando me fui (hasta seguían nuestros nombres en el buzón de la casa). Y reencontrarme con mis amigos fue lo máximo, de verdad sentí que estuve ahí todo este tiempo.

Además volvimos en primavera, que era la única estación que no habíamos visto. Hago mucho hincapié en el tema de las estaciones porque en una ciudad como Pittsburgh (como en tantas otras de EE. UU.) las estaciones son radicalmente distintas: desde el calor del verano, los colores espectaculares de las hojas de los árboles en otoño (la estación de las calabazas, de Halloween y de Thanksgiving), la nieve y el frío a veces insoportable del invierno, hasta la primavera, cuando se va la nieve y empieza a florecer todo, y arrancan los días lindos. En Pittsburgh es genial porque, después de pasar de un frío de temperaturas bajo cero, cuando empieza la primavera ves a todo el mundo de short y remera (aunque haya menos de 15 grados) y apenas hay un poco de sol la gente se tira en el pasto, hace cookouts (su versión del asado, pero con hamburguesas y panchos) y juega a algún deporte al aire libre.

Otra razón por la cual este fue el momento ideal para volver es que "cerramos el ciclo¨ de estar a principio y a fin de año: estuvimos en el primer día de clase como alumnas (con el campus lleno de carteles de bienvenida, las jornadas de orientación, los reencuentros de la gente, etc.) y el último, con todos los preparativos para la graduación, los exámenes finales, las despedidas, la gente haciendo las valijas y mudándose de sus casas... Esto también me hizo sentir como si nunca me hubiera ido y, es más, me sentí como si hubiera estado ahí el año entero. Además, por haber estado en Pittsburgh en este momento pude ver tanto lo que es empezar la facultad, con todos los miedos e inseguridades de los freshmen que se van de sus casas y empiezan de cero en una universidad en la que en general no conocen a nadie (que fue lo que presencié y viví al principio del intercambio, con todas las jornadas de orientación y bienvenida para los alumnos nuevos), como lo que significa para los seniors recibirse y terminar esta etapa de sus vidas, despedirse de sus amigos, guardar todas sus cosas y dejar su casa, su universidad y su ciudad. Estar en Pitt ahora me permitió ver un pantallazo de lo que es la experiencia universitaria americana desde el primer día hasta el último, con todos los sentimientos encontrados de cada una de las etapas.

Sabía desde un principio lo importante que iba a ser este viaje para mí, pero como siempre superó todas mis expectativas.