Los últimos días en Pittsburgh tuve una mezcla de sentimientos. Por un lado, felicidad de volver a casa y reencontrarme con mi familia y amigos, por otro, la ansiedad y expectativa de los últimos viajes (sobre todo el viaje a la Costa Oeste), pero la verdad es que el sentimiento que primaba era el de tristeza por tener que irme de Pittsburgh.
Nos fuimos el 17 de diciembre desde el Aeropuerto Internacional de Pittsburgh y ya hay tantas cosas que extraño: vivir con amigas, la casa en la que vivimos estos cuatro meses, la Universidad en general (y puntualmente la Cathedral of Learning), los almuerzos en Market Central, los programas, las salidas, la comida, los viajes, hablar inglés todo el día, las clases (sobre todo las que más disfrutaba), la rutina en general... Pero sin duda lo que más extraño y lo que más me costó dejar es la gente. Nunca pensé que en cuatro meses me iba a encariñar tanto con las personas que conocí en Pitt, pero así fue. Y fue muy difícil despedirme, es más, creo que fue más difícil que despedirme de mi familia y amigos acá en Montevideo. Y la razón por la cual me costó más es porque yo me fui de Montevideo sabiendo que en poco más de cuatro meses iba a estar de vuelta: aquel 15 de agosto (que hoy siento que fue ayer) me despedí de todos y me subí al avión con un montón de incertidumbres e inseguridades sobre cómo iba a ser vivir en otro país, pero con la certeza de que al poco tiempo iba a estar de nuevo en casa.
Pero esta despedida fue distinta porque esta vez me despedí de gente con la que no sé si me voy a reencontrar (ojalá que sí) y de una realidad y una experiencia que no voy a volver a vivir. Es el fin de una etapa muy importante de mi vida, en la que aprendí y que disfruté muchísimo, y me pone triste tener que dejar a toda la gente que conocí y que me acompañó en esta experiencia. Es algo que hasta ahora no me había tocado vivir, porque en Uruguay el fin de cada etapa siempre implicaba un "cierre" y el principio de una etapa nueva (cuando me cambié de colegio, terminar el liceo, cambiar de trabajo, etc.), pero la gente que conocí siempre seguía ahí. Creo que nuestra realidad en Uruguay no nos prepara para vivir algo así porque al ser un país chico tenemos la suerte de poder mantener el vínculo y seguir viéndonos con la gente a pesar de que ya no forme parte de nuestro día a día.Por eso fue especialmente difícil tener que despedirme de todo el mundo y sé que es parte de toda la experiencia de crecimiento que significa un intercambio, pero fue sin duda lo que más me costó hacer.
Dos semanas antes de irnos empezaron las despedidas: una noche salimos todos los internacionales a Hofbrauhaus, un bar alemán que queda en South Side, y fuimos a Hemingway's, uno de los bares a los que íbamos todos los fines de semana. Nuestro último fin de semana en Pennsylvania Maca, Mati, Abby, Casey y yo hicimos un road trip a Filadelfia y nos quedamos en la casa de Abby que queda a media hora de "Philly". Pero la gran despedida fue la despedida sorpresa que nos hicieron nuestras roommates: fuimos a comer a South Side y cuando llegamos a casa y prendimos la luz nos gritaron "¡¡Sorpresa!!" y vimos que estaban muchísimas de las personas que conocimos en Pittsburgh: obviamente nuestras roommates, nuestros vecinos, gente de nuestras clases y de nuestro grupo de alumnos internacionales y otros amigos que nos hicimos durante los cuatro meses. Estaba toda la casa decorada con los colores de las banderas de Uruguay y de Estados Unidos y hasta nos habían hecho una torta que decía "Inés, Mati, Maca: las queremos". No lo podíamos creer, parecía una película. Es más, hoy lo pienso y sigo sin poder creerlo.
Releyendo las primeras entradas y haciendo memoria pienso en cómo me sentía antes de irme y lo distinto que es verlo ahora. Pienso en todas las dudas e inseguridades que tenía, cómo dudé antes de empezar a planear el intercambio, en el miedo que tenía a extrañar... Si antes de irme hubiera sabido lo increíble que iba a ser esta experiencia no lo hubiera dudado ni un segundo. Viví tantas cosas espectaculares en estos últimos meses que siento que todavía necesito procesar muchas de ellas e intentar sacarlas de la "bolsa" del intercambio para poder valorar cada experiencia por separado: cada viaje que hice y lugar que conocí, cada espectáculo que vi o evento al que fui, cada cosa que me sorprendió y que disfruté, cada persona que conocí que hizo mi experiencia en Estados Unidos diferente y única por haber formado parte de mi intercambio. Fueron casi cinco meses de estar permanentemente en contacto con gente nueva que me enseñaba y me mostraba algo que no conocía y voy a extrañar esa sensación de vivir todos los días algo nuevo y distinto a lo que estoy acostumbrada.
Sinceramente todavía no puedo creer que ya estoy de vuelta.
En Hofbrauhaus con nuestro grupo de internacionales.
Fotos de la fiesta de despedida sorpresa que nos hicieron.
Foto de nuestro viaje a Filadelfia.
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